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Joaquín R. de Pablo Antón (Txapalangarra)

 

Joaquín de Pablo, "Txapalangarra"

Joaquín de Pablo, «Txapalangarra»

Guerrillero antinapoleónico y militar liberal nacido en Lodosa el 26 de julio de 1784 era un labrador hijo de riojanos afincados en la Villa. Su primera actuación militar conocida fue en Falces, formando parte de la guerrilla de Javier Mina, sobrino de Francisco Espoz y Mina, hasta que, cayendo aquél prisionero de los franceses, pasó a servir junto al segundo, siendo ascendido a capitán en 1811.

En 1812 se le dió el mando del primer batallón de Aragón y sexto de la División de Navarra. Dicho batallón se formó con los soldados de caballería de Tris «El Malcarado». En junio del mismo año sorprendió a una columna francesa en la sierra de Leire, a la que causó cuantiosos daños. Al mes siguiente atacó a la guarnición francesa de Huesca con idéntico resultado. Acto seguido, marchó al encuentro de una columna de imperiales que salía de Zaragoza, batiéndola victoriosamente cerca de Nocito el día 20 de julio y causándole muchos muertos y heridos, pero, atacado por el general Rugier, tuvo que batirse en retirada ante contingentes superiores, no sin causarle 44 muertos, 200 heridos y 24 prisioneros.

Este guerrillero, arriscado, impulsivo, fanfarrón, de sangre caliente y venado, el 9 de agosto de 1812, enfrentadas sus fuerzas a las del general Rougier en la acción de Rasal, al terminar las municiones siguió combatiendo a base de pedradas.


Finalizada la guerra, cuando el Gobierno disolvió la División de Navarra y en ésta cundió la deserción, desobedeció repetidas veces las órdenes de Espoz, y éste lo mandó apresar. Cuando era llevado al castillo de Jaca para ser encerrado, en un descuido saltó sobre un caballo y salió al galope hacia Pamplona, refugiándose en casa del conde de Ezpeleta, virrey de Navarra y enemigo de Espoz. De ahí se dirigió a Estella para hacerse cargo de su regimiento, y con él persiguió a su antiguo jefe apoderándose de los almacenes y caudales de la División de Navarra.

Sin mudársele la cara pasó a ser liberal exaltado, un «txapelgorri»,  que es como se denominaba a los primeros liberales por su tocado rojo en Txapelgorrisla cabeza. En el sur de Alava y en la Ribera de Navarra se les llamó «txapelengorris o txapalangarras» con cierto desprecio. No en vano nuestro Txapalanagarra (o Chapalangarra) en la Ribera del Alhama cometió con su columna volante robos, talas y ferocidades sin cuento, dejando tan mal recuerdo que en Cintruénigo dan el nombre de chapalangarras a unos muñecos de paja que queman el día de San Juan como si fueran Judas.

Pasó a residir a Bilbao donde hizo jurar la Constitución en 1820. Siempre liberal, desarrolló una actividad contraguerrillera después del levantamiento de Riego, durante la etapa constitucional de 1820 a 1823. Su lucha estuvo centrada contra las partidas realistas que operaban en el Norte. Así, el 20 de enero de 1823, rechazó, junto con Salcedo, a las tropas realistas de Santos Ladrón, en Sangüesa (Navarra), teniendo estas últimas que batirse en retirada. El 16 de marzo del mismo año, según los partes dados por el Comandante General de Navarra, Joaquín de Pablo y Antón, Chapalangarra, venció a una partida de caballería realista en Monreal (Navarra), protagonizando, además, por esas fechas, numerosas batidas en diversos pueblos de la Ribera de Navarra.

Antimonárquico y liberal, fue gobernador militar de Alicante, donde vendió las campanas de la catedral para alimentar a la tropa. Allí resistió a los Cien Mil Hijos de San Luis que entraron en España para restaurar el absolutismo, siendo la última ciudad en mantenerse fiel a la Constitución. Cuando el Duque de Angulema entró en España con los «Cien Mil Hijos de San Luis» para destruir la Constitución y proclamar a Fernando VII como rey absoluto, Pablo se vio obligado a aceptar una honrosa capitulación y marcharse a Gibraltar el 13 de noviembre de 1823.

Exiliado ya en Londres, diremos a título anecdótico, que el año 1826, fue acusado por un periodista de malversador y tirano. Acudió a los tribunales y demandó al injuriante pero éste se replegó retractándose de lo dicho a condición de una suma de dinero para engrosar los fondos en favor de la causa, entregándolos su jefe para costear la revolución.

Exiliado en Londres, participa en la conjura que en 1830 se forma para acabar con el Gobierno de Calomarde, y cuando el 13 de octubre cruza la frontera por Luzaide-Valcarlos convencido de que por su brillante historial militar y sus convicciones políticas atraería hacia sí a todos sus paisanos,

Plaza y estatua en honor de Chapalangarra

Plaza y estatua en honor de Chapalangarra

fueran amigos o enemigos, al llegar junto al batallón realista mandado por Francisco Benito Eraso, les grita (lo cuenta Baroja en «Los caudillos de 1830»):

– ¡Navarros!.  Yo  soy  De  Pablo,  Chapalangarra; vuestro  amigo, vuestro paisano. Vengo a sacar a la patria de la ignominia en que se encuentra  Gritad conmigo: ¡Viva España!  ¡Viva la libertad!. Los  realistas   verdaderamente  absortos,  no salían  de  su  admiración  al ver a  aquel loco que se les presentaba indefenso, cuando el teniente del 6º de Ligeros, don Pedro Roca, volviéndose a sus soldados, dijo:

-Voluntarios…  Apunten…   ¡Fuego!

Los soldados dispararon una descarga cerrada y Chapalangarra cayó al suelo,  atravesado de balazos.

De esta forma novelesca acabó sus días el lodosano. Fue el final para este gran militar cuya vida estuvo entregada a dos ideales: Independencia y Libertad de la Patria. Murió por la causa liberal, que defendía la Constitución de Cádiz de 1812 y que proclamaba la división de poderes del Estado y soberanía de la Nación frente a los defensores del absolutismo de Fernando VII. Una Plaza y una figura le recuerda en Lodosa

La muerte de Txapalangarra, dio ocasión a Espronceda para dedicarle la poesía titulada, A la muerte de don Joaquín de Pablo, «Chapalangarra» en los campos de Vera.

Desde la elevada cumbre
do la gran Pirene levanta
término y moro soberbio
que cerca y defiende a España,
un joven proscrito de ella
tristes lágrimas derrama,

José de Espronceda

José de Espronceda

y acaso tiende la vista
por ver desde allí su patria,
desde allí do, a su despecho,
llorando deja las armas
con que del Sena al Pirene
se lanzó por liberarla.
Y al ver la turba de esclavos
que sus hierros afianzan,
de infame triunfo orgullosos,
alejarse en algazara,
solo entonces, contemplando
el suelo que ellos pisaran,
y que aun torrentes de sangre
recién derramada bañan,
en su rápida carrera
volcando cuerpos y armas,
se sienta en la alzada cima,
a un lado la rota espada,
y al rumor de los torrentes
y del huracán que brama,
negra cítara pulsando,
endechas lúgubres canta:
«Llorad, vírgenes tristes de Iberia,
nuestros héroes en fúnebre lloro;
dad al viento las trenzas de oro
y los cantos de muerte entonad.
Y vosotros, ¡ oh nobles guerreros !
de la patria sostén y esperanza,
abrasados en sed de venganza,
odio eterno al tirano jurad».
Coro de vírgenes:
«Danos, noche, tu lóbrego manto;
nuestras fuentes elute el ciprés.
El robusto cayó: su sepulcro
del inicuo mancharon sus pies».
Enrojece, ¡ oh Pirene !, tus cumbres
pura sangre del libre animoso,
y el tropel de los siervos odioso
en su lago su sed abrevó.
Cayó en ellas la gloria de España.
Cayó en ellas De Pablo valiente,
y al patria, inclinada la frente,
su gemido al del héroe juntó.
Sus cadenas la patria arrastrando,
y su manto con sangre teñido,
tardamente y con hondo gemido
va a la tumba del fuerte varón.
Y el aljado laurel de su frente
al sepulcro circunda llorosa,
mientras ruge en la fúnebre losa,
aherrojado a sus pies, el león.
Coro de mancebos:
«Traición sólo ha vencido al valiente.
Senos astro de triunfo y de honor,
tú, que siempre de los déspotas fuiste
como a negras tormentas el sol».

José de Espronceda

Fuentes:

www.sasua.net

www.euskomedia.org

generalmoriones.blogspot.com.es

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